La raíz eléctrica de Raúl Rodríguez
Solapas principales
Raúl Rodríguez y su Raíz eléctrica me han llevado a múltiples pensamientos, a repasar la música andaluza con toque eléctrico que se abrió paso a partir de los años setenta del pasado siglo y que después de un brillante arranque pareció quebrarse sin una continuidad clara. Miro las estanterías con mis discos y aparecen los Smash con su “garrotín” y todo aquel experimento accidentado con Manuel Molina bajo la tutela de Oriol Regàs. Me encuentro con el Turronero y sus “Bulerías del rio”, unas bulerías orquestadas, quizás de las primeras, que fueron arregladas y dirigidas por Jordi Sabatés. Mi admirado Toti Soler con su El gat blanc donde fusionaba la música catalana con la andaluza: la “Sardana flamenca”, que no iba a ritmo de sardanas sino de habanera, o el mítico “In a silent way” por alegrías de Cádiz. Y después se colgaba la eléctrica con la imprescindible “Sevilla” redondeando un disco que seguramente no ha sido suficientemente valorado en la historia de la música por no ser ni de aquí ni de allí. Con Toti sigo con El cant monjo y Laia para cerrar su acercamiento eléctrico-flamenco con Lonely Fire, otro de los grandes discos que sin entenderlo sigue borrado aunque participaran los hermanos Amador. En la estantería del flamenco eléctrico a Toti le siguen Triana. Menuda combinación, un batería al estilo rock, un guitarrista flamenco y un teclista psicodélico cantando a la andaluza. Para mi Triana es uno de los grupos más conseguidos y auténticos que ha existido en el panorama de la música espanyola. Las formaciones siempre han cogido un patrón inglés o americano y simplemente han cantado en castellano. Triana rompió ese patrón y supo crear un lenguaje propio. Sigo mirando y me aparecen los discos de Paco, harina de otro costal, sublime, elevado, el disco de Falla, el Sexteto… Ahora llego a Lole y Manuel, acercando el cante y el toque “Molinero” a un nuevo público. Me paro delante de un disco que es un punto y aparte, La leyenda del tiempo, de Camarón, álbum que rompió todos los esquemas dentro del flamenco más ortodoxo y un cambio generacional con el apoyo del enorme Kiko Veneno, Tomatito, Raimundo Amador, Alameda, Jorge Pardo... La leyenda en el flamenco eléctrico me recuerda lo que significó el In a silen way en el jazz eléctrico. En el In a Silent, Miles juntó un grupo que después cada uno de sus integrantes sería una pieza referencial: Chick Corea formó los Return to Forever, McLaughlin la Mahavishu, Shorter y Zawinul la Weather Report, casi nada… Y en la Leyenda estaban tipos como Pardo que acabó en el sexteto de Paco de Lucía, Raimundo con Veneno y los Pata Negra, Kiko también con Veneno y después a su aire, Tomatito… Todos ellos serían clave en una nueva manera de entender el flamenco eléctrico y serían una nueva referencia.
Podría seguir con más discos y me sabe mal dejarme a muchos, pero como muestra ya vale. Me doy cuenta, sin entenderlo, que en un momento determinado aquel camino se diluye. Todo parecía ir en alza pero quebró. Camarón en su día no vendió y se asustó, Jesús de la Rosa se perdió en una carretera y otros como los Pata Negra se acabaron esfumando. Todo aquello era muy espontáneo, muy andaluz, en una casa de Umbrete un funcionario de la Junta dedicaba ratos libres a producir discos de Camarón o Pata Negra. El gran Gonzalo creaba un sello para dar cabida a muchos. Un día un manager de un grupo inglés se quería llevar a Lole y Manuel y a otros de gira a Estados Unidos pero la cosa no fructificó seguramente por la falta de un tejido bien profesionalizado. Todo era muy libertario, otra vez andaluz, sin ataduras. Quizás esa sea la gracia pero también la culpa que no haya llegado a las cotas de popularidad de otros géneros locales que han acabado siendo fenómenos mundiales como el reggae. Quizás la situación geográfica, idiomática o vete a saber, han propiciado que estos artistas y este arte no hayan cogido dimensión planetaria como Bob Marley, por citar a uno.
Después de esta desbandada en la que solo aguantaron unos pocos como Kiko, en mi estantería hay un hueco, un vacío que me tenía triste y hasta cierto punto irritado en pensar que todo aquello debía continuar hasta que un buen día me llegó Raúl Rodríguez, el niño de Martirio con el soprendente Razón de son. Raúl, el antropólogo musical del flamenco y los ritmos negros, que me conectaba con todas aquellas músicas con las que yo pasaba y paso tantas horas. Razón de son me dejó flipado y hasta cierto punto expectante de si aquello había sido una flor puntual. Pero no, llega La Raíz eléctrica. De entrada La Raíz eléctrica es mucho más que música. La manera como Rodríguez ha cuidad al detalle todo con una sorprendente presentación. Parece un ensayo en el que cada tema está explicado de donde sale, como está concebido, inspirado, trabajado… También nos pasea por distintos pasajes de la historia, tanto musical como cultural, como buen antropólogo que es. En La Raíz eléctrica uno puede aprender que la música vudú y el propio vudú no tiene nada que ver con el cliché que nos hemos creado y que vodou (vudú) significa energía y si lo mezclas con bulería tienes la Vodoulería. En “Yo voy vendiendo candela” nos acerca al oficio de aquel que daba fuego cuando aún no existía el mechero y se presta de ello para construir un texto lleno de ritmo, el ritmo de la vida actual, rápido, ágil.
El ritmo gobierna todo el disco. Y lo que sorprende también es el enorme talento en la escritura de todos los textos que acompañan La Raíz eléctrica, un enorme libro en todos los sentidos con dichos textos y con unas imágenes e ilustraciones brillantes. Como dice la canción, el ritmo gobierna este trabajo, pero no hay que olvida que ritmo a parte, también lo gobierna la la melodía y sobretodo el corazón y la sensibilidad. Bravo Raúl!